La cadena argumental de estos dogmáticos es la siguiente: el problema que atenaza la economía española es un elevado nivel de deuda pública, como consecuencia de la acumulación de déficits en las administraciones, provocados por un aumento irresponsable del gasto, tanto del Gobierno central como de las comunidades autónomas. Esta elevada deuda pública tiene problemas para ser financiada, lo que se traduce en un insoportable coste para el Tesoro público.
La consecuencia de un diagnóstico de este
tipo es inevitable: si nuestro problema es una deuda no financiable provocada
por un exceso de gasto, la solución no puede ser otra que la de recortar el
gasto. Sin embargo, esta cadena argumental se sustenta en falsedades o verdades
a medias, y ninguna de sus hipótesis se sostiene ante un análisis
objetivo.
La realidad es que nuestra deuda pública
es relativamente baja, no está provocada por un exceso de gasto y, al menos por
ahora, no genera un insoportable problema de sobrecoste
financiero.
España es el país que tiene un menor
problema con sus cifras de deuda. Por dos motivos. Primero, porque la deuda
española sobre el PIB, al finalizar el año 2010, es la más baja entre todos los
grandes países de la Unión Europea. Segundo, porque el tipo de interés medio que
pagamos por la deuda se halla en mínimos históricos, de forma que la carga
financiera que ha de soportar el presupuesto también es baja.
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