miércoles, 7 de septiembre de 2011


Sanidad y educación, intocables por sagradas

María Dolores Amorós | Catedrática de Lengua Española 
nuevatribuna.es

Buena cantidad de la ciudadanía de este país debe de pensar que la Sanidad universal, o sea, de la que nos beneficiamos todos los españoles y los aquí residentes es algo caído del cielo y que disfrutamos de ello desde el comienzo de los tiempos. La misma opinión se tendrá seguramente respecto a la universalidad de la Educación pública. La realidad es que ni uno ni otro servicio básico y público surgió de la nada.


Muy pocos recuerdan el hito histórico que supuso la universalización de la sanidad y la educación públicas. Quizá por ello mismo, A) unos no acaban de creerse que el PP vaya a restringir estos servicios básicos, B) otros consideran que estos servicios pueden ir y venir según las llamadas 'crisis' económicas que 'obligan' a los respectivos gobiernos a restringir el dinero necesario para estas prestaciones de obligado cumplimiento, C) los menos tienen más que dinero suficiente para pagarse una sanidad y una educación privadas y elitistas.


Las Comunidades donde el Partido Popular manda el recorte ya se ha instaurado. Se ha comenzado a devaluar la Educación pública, a menospreciar a sus profesionales obligándoles a trabajar más horas, incluso a costa de la depreciación de la enseñanza y el saber. Es necesario gastar en Educación porque es invertir en el futuro social. Cuantos más ciudadanos haya bien formados, cultos, y, a poder ser, sabios, la Nación Española ocupará un lugar más significativo y primordial per se y en relación al resto de las naciones.


Y es de obligado cumplimiento invertir en Sanidad pública y gratuita. Es primordial procurar por la salud de todos los ciudadanos, sin distinciones sociales ni económicas. Lo que no se puede exigir es obtener ganancias de este servicio integral básico. Ni tampoco de Educación. Las ganancias hay que cosecharlas a través de un hábil manejo de la Hacienda pública y por otros derroteros. Mal funcionará socialmente un Estado que se lucre por la Sanidad o por la Educación.

Mal ejemplo al respecto están dando los gobiernos autonómicos del PP. Se cierran servicios. No se paga a los proveedores sanitarios. Se mantiene una bochornosa deuda farmacéutica con peligro para la salud de los más pobres, los enfermos. Se multiplica el trabajo de los médicos y demás personal sanitario. Se consigue, por lo tanto, lo que conocemos como deficiente estado de bienestar social.

Si se quisiera obviar lo que está sucediendo en las Comunidades de Madrid, C-LM, Extremadura y Galicia de momento, habrá que prestar atención a las declaraciones de uno de los señores de la foto de las Azores, afirma que es preciso la "reforma del mercado laboral, no más impuestos, más liberalización, mas privatización, más disciplina autonómica, más disciplina para la Administración pública,...reformas en el sistema sanitario y reformas en el sistema educativo...".


A aquellos que opinan que este sistema básico y público oscila en función de las 'crisis' económicas habría que aclarar que la descomunal crisis que se cierne por el mundo es la gran farsa del gran capital y de los sistemas financieros, sin control en su avaricia desmedida y nunca saciada. Su origen no es otro que las políticas de corte neoliberal, el mismito con el que comulga el PP.  No valen sumisiones ante Merkel. Esta señora tiene una responsabilidad primordial en los acaecimientos de esta brutal crisis financiera. Ha conseguido torticeramente que Europa se pliegue a los designios de Alemania, en lugar de europeizar a esta gran nación, como fue el empeño del canciller Helmut Kohl.


Respecto a la tercera de las opciones, la de aquellos a quienes nada de lo que está sucediendo -que no es más que el aperitivo de lo que se verá con el PP en la Moncloa- les importa porque su dinero les permite pagar su propia sanidad y la educación de los suyos, es la propia de los desvergonzados que no pagan lo que deberían tributar al erario.
Es la opinión de los ricos, de los que han formado sus SICAV contribuyendo tan solo con el 1% de sus bárbaras ganancias, los que defraudan a la Hacienda pública con hábiles trampas o los que evaden el capital a los 'paraísos fiscales'. Estos se encuentran muy a gusto en esta situación de desigualdad social.

Al ciudadano quizá no le importe demasiado lo que llamamos 'ideología', pero sí sabe lo que es no poder llegar a fin de mes, a lo que habrá que sumar el pago por asistencia médica y por el estudio de los hijos. No se pide pensar demasiado.


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