Teodoro Martínez Arán
Médico, especialista en pediatría
Utilizar a los profesionales exclusivamente para labores asistenciales no es menos estúpido que usar billetes de cincuenta euros para encender una hoguera. Demuestra un importante desconocimiento del potencial que los sanitarios tienen como gérmenes y actores de la mejora continua del sistema. La administración pública actual ha perdido la vocación de servicio al usuario, trocándola por un viciado instinto de supervivencia, que condiciona el conservadurismo en sus estructuras, lleno de autocomplacencia.
Desde nuestra cercanía al enfermo podemos encontrar la solución a los defectos observados, y en muchos casos llevar a cabo las medidas correctoras. Trasladar parte de la capacidad de gestión y ejecución a estos niveles asistenciales es imprescindible para erradicar con el estéril peregrinar de informes y estadísticas de despacho a despacho.
La gestión de la sanidad pública sigue hoy otros derroteros. En su origen –más sencillo- se orientaba hacia el enfermo sin distracciones. Pero en nuestros días, los representantes políticos actúan guiados por las urnas, los gestores en pos de agradar a los políticos que los emplean y colocan, los profesionales a los gestores que premian y castigan, y los pacientes son transmutados inopinadamente en “la materia prima de la sanidad”. Los contratos de gestión que determinan las políticas sanitarias se plagan de indicadores y objetivos sobre aspectos marginales de la asistencia, mientras los indicadores de salud, los únicos realmente importantes, son relegados a las grandilocuentes Encuestas Nacionales de Salud anuales, que tienen una vocación más descriptiva que correctiva.
Es necesario dotar de capacidades ejecutivas a pacientes y profesionales, invertir el flujo de las decisiones para que las acciones de mejora surjan de las necesidades y expectativas de quienes han de recibir la atención, y no de decisiones políticas a las que no siempre acompañan el acierto o la oportunidad.
La razón última del trabajador sanitario es atender al usuario, la de los gestores facilitar que los profesionales dispongan de los medios para que puedan desempeñar su labor, y la de los representantes políticos velar para que la gestión realizada sea equitativa, transparente, sostenible y de calidad. Cada uno de ellos ha de saber escuchar, conocer y respetar al otro si quiere desempeñar adecuadamente su función, pues como dice Ernesto Sábato “es el otro el que siempre nos salva”.
Ver columna completa en : http://www.vanguardia.com.mx/importaelpaciente-1046774-columna.html
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