Manuel Pimentel - 14/07/2011
Tenemos que acometer un debate, profundo y sin demoras, sobre qué servicios públicos esenciales queremos mantener y poner las bases para conseguirlo. Si no lo hacemos, pueden desmoronarse con estrépito.
Cinco son los pilares fundamentales de nuestro gasto. Pensiones, sanidad, educación, desempleo y servicio de la deuda. Y de ellos deberíamos poner especial atención en la sanidad, porque está en la antesala de sufrir un colapso si no tomamos, entre todos, las decisiones adecuadas.
La crisis, evidenciada ya en Cataluña, pronto se extenderá por el resto de España. Los partidos toman nota, al menos en teoría, del riesgo cierto que sufrimos. El flamante candidato Rubalcaba manifestó su compromiso con la sanidad en su discurso programático, mientras que Rajoy encargaba a la FAES, con Aznar a la cabeza, un riguroso estudio sobre su situación real y alternativas de futuro que garanticen una prestación adecuada y sostenible.
Hemos cometido grandes errores en el pasado, de los que debemos aprender y corregir, pero también debemos valorar las cosas que hemos hecho bien. Y, entre ellas, brilla con luz propia el Sistema Nacional de Salud, ampliamente reconocido como uno de los mejores del mundo. Debemos ser conscientes del peligro y de los riesgos en los que incurriríamos si dejáramos que el sistema llegara a colapsarse por pura inercia de indecisión o improvisación.
No podemos permitirnos la abstención de nuestra actual responsabilidad. Si la única fórmula que arbitran los poderes públicos es el de la restricción presupuestaria, muy pronto tendremos que reducir la calidad de la cobertura sanitaria de forma generalizada y dolorosa. ¿Es inteligente llegar a ese límite? ¿Realmente no tenemos otra alternativa más que la resignación y la melancolía? Pensamos que cometeríamos un gravísimo error si permitimos la decadencia de un buen sistema que, con reformas y mejoras, puede continuar generando un alto bienestar social por un tiempo prolongado, con el enorme beneficio colectivo que ello supondría.
La sanidad pública no puede continuar sosteniéndose mediante recortes sistemáticos, bajadas de la calidad del servicio, limitación de las prestaciones y retraso de pagos a los proveedores, como demuestra la ingente deuda de 15.000 millones que mantiene vivo el sistema. La elasticidad de profesionales, proveedores y sistemas está en su límite, y no podremos estirar ya mucho más sin que se produzca una ruptura de graves consecuencias.
Ver columna completa en : http://www.cincodias.com/articulo/opinion/salvar-sanidad-enferma/20110714cdscdiopi_4/
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